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viernes, 27 de septiembre de 2013

Un autorretrato lingüístico lleno de sabiduría #diadelaslenguas

Accede, como tantas veces cuando le solicitamos que ponga a volar su pluma, que nos inunde de palabras que emocionan y que encierran la sabiduria de un hombre sabio. Asi es Jose Luis, un sabio que no deja estelas en la mar sino en los Campos de Castilla ¡nada más y nada menos!
Gracias



Autorretrato lingüístico
Soy castellano. Lingüisticamente,  castellano viejo. Genealógicamente no lo creo, puesto que el color morucho de mi piel remite a posibles antepasados mudéjares, de los muchos que vivían en estas tierras aledañas a La Moraña, que no es otra cosa que “tierra de moros”.  
Os digo esto por poneros en situación y por tratar de encontrar una explicación lógica a mi gusto por las palabras que comienzan con al-, como aljibe, alquitara, alacena, alambique, albillo, alcoba algazara, almíbar, almohada, almuerzo (aunque esta es de origen latino), alubias y algunas otras.  Hecha esta apreciación, quiero aclarar ahora eso de que soy castellano viejo en la cosa de la lengua. Lo digo porque aprendí a hablar con los dichos y expresiones del campo, del ambiente rural y agrario, de la gente vieja de los pequeños pueblos de esta Castilla mísera. Además, como hijo de esta tierra, soy leísta, o laísta, o loísta, que no lo sé con certeza, aunque  tampoco puede decirse que tal cosa me quite el sueño. 
Mis antecedentes rurales me pusieron en contacto con una forma de hablar que durante unos años me avergonzó. Ya se sabe, me parecía paleta y anticuada.  Crecí en un idioma  que se sustentaba en el vocabulario de los aperos  y las labores de la tierra y en  los dichos y refranes que mi padre utilizaba para reforzar cada frase.  Aún hoy conservo esa costumbre y me gusta tuitear un refrán todos los días con la etiqueta #refranero. Recuerdo también oírle cantar  canciones que hablaban de oficios perdidos, costumbres o personajes de cada  pueblo:  En Coca vive el tío Pepe, el de la panza pequeña, se puso a comer garbanzos, se comió fanega y media. En Macotera tratantes, de la lana blanca y negra.  A ver si se me ocurre algo para llevarlo también al Twitter….
 En mi casa se llamaban arvejones a los guisantes, albañal al desagüe, zolacha a la azuela,  garrapo al cerdo, bieldo a la horca, bujero al hoyo, faldriquera al monedero;  fardel, costal, mancera, cedazo, romana, garrobas, arnero  eran términos familiares que me alejaban de mis compañeros de clase que se reían de tales palabras porque ellos ya usaban estuches de plexiglás, en lugar de plumieres de madera y tenían en su casa sillones de skay en vez de sillas de espadaña, y usaban loden en lugar de angüarinas y hablaban de gafas Rayban, y llamaban plato al tocadiscos y bafles a los altavoces, mientras yo trataba de integrarme en un lenguaje que me resultaba increíblemente moderno comparado con el que usaban mi abuelo y mis padres.  
 En contraste, y por parecer un mozalbete enterado y culto, comencé a memorizar expresiones latinas del  tipo Quo usque tándem abutere Catilina patientia nostram,  diálogos de personajes de novela y diversos párrafos literarios que memorizaba completos y que me servían para sorprender a esos que me tildaban de pueblerino. ¿Qué se creían? Exhibíanse politiquillos zafios con orejas kilométricas y uñas de gavilán, era una de ellas, (de rabiosa actualidad, ¡ahora que caigo…!), Salamanca, que enhechiza la voluntad de volver a ella a cuantos de la apacibilidad de su vivienda han gustado,  frase versátil y aplicable a cualquier pueblo o ciudad con tal solo cambiar el comienzo y que me permitía quedar bien con todo el mundo, o La razón de la sinrazón que a mi razón se hace de tal manera que mi razón enflaquece que con razón me quejo de la vuestra fermosura, útil en el galanteo y cosas así. El hecho es que esa voluntad de alejarme de mis orígenes lingüísticos me condujo a un mundo de abundantes lecturas, que logró ampliar mi vocabulario y abrirme las entendederas. 
Sin embargo, hay un elemento lingüístico que va adherido “de serie” a cada hablante y que desvela nuestros orígenes geográficos. Es algo de lo que no puedes despegarte nunca, así estudies el español como lengua vehicular, o seas jurista, labrador, ministro, políglota o astronauta. Me refiero al acento. El mío es el propio de la zona en la que me he criado, meseteño y un tanto cantarín y pueblerino por el hecho de que alargo mucho las vocales. Hubo un tiempo en el que traté de disimularlo, pero ahora me gusta. Además, me sirve para despistar al personal sobre mi lugar de origen ya que esa forma de hablar se asemeja a la de los gallegos, o más bien a la de los asturianos. A veces me dicen, ¿eres de Asturias? , -Si. -¿Y de que parte de Asturias?  -Del mismo Asturias.
Pasada la edad de la tontuna, comencé a ver en los autores clásicos algunas de las expresiones que usaba mi abuelo y a darme cuenta de que lo que yo pensaba que eran cosas de paletos, habían sido expresiones cultas en otro tiempo, o tenían por detrás una interesante etimología, o eran palabras en desuso, o arcaísmos que nos aclaraban la evolución de algunas locuciones.  Y que los refranes son píldoras de sabiduría popular, que te ayudan a recordar fechas, tareas, o te hablan del tiempo o de la condición humana, y que Cervantes eligió esa forma de expresión, que ponía constantemente en boca de Sancho, pero también de Don Quijote, para legarnos el habla y el pensamiento de la época.  Y que las canciones tradicionales eran aún un vestigio vivo de la transmisión oral del conocimiento.
Dos depositarios de ilusiones, talentos y emociones Tanto monta, monta tanto
 que son las cosas, ahora me satisface recordar y utilizar palabras que aprendí entonces y que están moribundas por su falta de uso. Digamos que había que estar muy modorro para no haber visto antes que somos depositarios de un acervo cultural que hemos de difundir y conservar. Y es que como me decía mi abuelo, siempre he sido un testarrón, aunque eso era antes, ahora en todo caso soy un obstinado, que es mucho más fino,  ¡ande vas a contimparar….!

8 comentarios:

  1. Ha sido un placer leer tu autorretrato, José Luis. ¡Qué dechado de palabras y expresiones nos has brindado a los que alejados de esa llanura interior hablamos la misma lengua, pero despojada de esa riqueza ancestral que tú tuviste la suerte de conocer!

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  2. Esta vez sí, creo que sí se grabará el mensaje.
    Qué gusto leer esa retahíla de palabras castellanas, recias y terruñeras; qué gozada oír ese acento tuyo que alarga las vocales.... ¡Me encanta!
    Precioso autorretrato lingüístico, Jose, y feliz de haberlo podido leer. Gracias por compartirlo.
    Bracamonte, te animo nuevamente a poner negro sobre blanco en unas cuantas páginas una de esas historias que te rondan por la cabeza y que nos permitas disfrutar de ellas.
    Feliz autorretrato y esperamos ansiosos ese libro....

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  3. Un placer terminar el dia con la lectura de tu retrato. Tan castellano, tan de Salamanca, con palabras populares, tan humanas. Un abrazo

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  4. Eres fantástico con un autorretrato fascinante.

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  5. Da gusto leer cosas escritas a bonico. Enhorabuena.

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  6. José Luis me ha encantado cómo te has retratado. Gracias compartirlo.

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  7. José Luis me ha encantado cómo te has retratado. Gracias compartirlo.

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  8. José Luis me ha encantado cómo te has retratado. Gracias compartirlo.

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