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miércoles, 28 de septiembre de 2016

Tu retrato docente: Mercedes Ruiz @londones #GraciasLondones


No, no te has equivocado de blog. Ya sé que  éste no es mi autorretrato lector. Solo es que mi buena amiga y compañera Mercedes se jubila este viernes después de 39 años y un mes de docencia. Aquí dejo mi agradecimiento por asalto y a traición hacia ella.

Mi deambular por la red sería bastante diferente si no me hubiera dado de bruces con ella gracias a nuestra común amiga Conchita (@blogmaniacos) my friend.

Tu retrato docente, un espejo en el que reflejarnos.

Igual te preguntas, ¿para qué sirve un oso? Voy a tratar de responder a tu pregunta.

Verás, nuestros alumnos pueden ser cualquier cosa, pero no robots. A nuestros alumnos no puedes contarles películas, deben verlas, pero no de cualquier manera; debes formarlos como espectadores. No debes tener bajas expectativas con ellos, tienes que situar muy altas tus miras. Crear espíritu de grupo, Ya sé que muchos tratarán de hacerte tirar la toalla haciéndote creer que educas en mundos sutiles, que todo esto de la educación no son sino manzanas, pollos y quimeras. Te preguntarán si te crees un elefante blanco. Incluso dispararán ráfagas de paz contra ti. Te advirtieron que eran unos niños salvajes.

No te preocupes, algún día también lloverá y se limpiará esa atmósfera irrespirable. Nadie mejor que tú sabrá cómo son ellos, porque tú sigues teniendo 15 años y un día de ilusión. Sigues teniendo sueños. No han podido con ellos. Aunque de mayor siempre quisiste ser soldado, de las únicas guerras de las que has querido saber es de las guerras de botones. Siempre deseaste tener una escuela en el cielo, aunque por momentos lo dudamos. Pero al final, te atreviste.

Fue un largo recorrido, camino de Santiago. Muchos libros leídos, entre tramo y tramo, a la sombra de un olivo. Y tú, siempre, cual Quijotesiempre fuiste capaz de quedarte con la parte de los ángeles

Y llegaron las arrugas, siempre bellas en tu rostro. Ahora sólo queda el último paso.

Probablemente a estas alturas ya sepas para qué sirve un oso, o no. Pero surgen nuevas preguntas en tu cabeza. Te preguntas:

¿Y ahora adónde vamos?

A esa pregunta sólo podrás encontrarle la respuesta tú. Pero sí que te aseguro que no estarás sola. Han sido muchos años, al menos 10.

¿Y qué has obtenido tú a cambio?

Nada, un cero en conducta. Irreductible disruptiva adelantada a tu tiempo.

Te conocí de oídas, a través de esa otra fiera de docente que era Conchita. Junto a Julita formaban ya un trío de ases.

Conchita me escribió contándome que una profesora española que estaba en Londres iba a venir a España a dar una charla (mucho atrevimiento tildarla así conociéndote) y me pedía permiso para usar un vídeo de nuestro instituto.

Le contesté afirmativamente.

¡Para qué fue aquello!

A partir de ahí fue un no parar de un proyecto tras otro. Muchos años, muchas experiencias, muchas historias...

Pero, sobre todo...

Mi vida en la red no hubiera sido la misma sin haberme topado de bruces con ella, sin haber crecido junto a ella. Por encima de cualquier cosa, siempre ha sido un ejemplo para mí en dos cosas de las que siempre ella me acusa:


En esas dos cosas, y en muchas otras, ha sido mi maestra.

Maestra en sacar lo mejor de las personas, incluso aquello que no creían poseer.
Maestra en dinamizar escenarios, personas, docentes, futuros docentes, alumnos de todas las edades.
Maestra en disrupción, adelantada a tu tiempo.

Pero, sobre todo...

Ha sido y es mi amiga.

Ahora que está de moda no poner la mano en el fuego por nadie, yo sí que pongo mi mano en el fuego por Mercedes y su amistad. Con creces me lo ha demostrado (sin necesidad alguna de hacerlo).

Gracias, amiga, por todos estos años.

Ahora que pasas a mejor vida (y no hablo de espiritual, aunque también) siempre tendrás a tu lado, físico y virtual, a tanta gente que te aprecia.

Gracias, amiga.

Seguimos hablando


lunes, 26 de septiembre de 2016

¿Hablamos el mismo idioma?

San Millán de la Cogolla

Nací en Logroño, capital de La Rioja, a pocos kilómetros de San Millán de la Cogolla, lugar en el que, hasta ahora, se encuentran las primeras palabras escritas en castellano.
En mi casa, humilde, había pocos libros: un diccionario grande, las Fábulas de Samaniego y la Obras Completas de García Lorca. Con semejante biblioteca quedé enganchada a la palabra desde bien pequeña, no podía ser de otra manera, aquellos tres libros fueron suficientes para hacer de mí una niña con ganas de aprender palabras, de entender moralejas, de manejar rimas y amar el teatro y consiguieron una mujer de palabra clara con las palabras en un castellano de Castilla, con acento cantarín, entre el vasco y el aragonés, y con un vocabulario muy particular. 

Mi vida y mi lengua cambió hace ya treinta y un años cuando por razones de trabajo cambié mi residencia a la Comunidad Valencia. Los setecientos kilómetros de distancia fueron suficientes para que se produjera  una dicotomía en mi lengua considerable: tanto en acento, como en vocabulario. 
Desde entonces mi cerebro cambia de registro a la medida que mi cuerpo y mente se haya en un lugar o en otro.

Las palabras nos atan a un lugar, las maneras de llamar a las cosas, las expresiones y los acentos. Nuestro yo lingüístico es prisionero del sitio donde aprendimos a hablar. Mi fortuna ha sido descubrirlo cuando tuve que utilizar la palabra a cientos de kilómetros de donde nací.

Así que en La Rioja los helados se me regalan y en Elche se derriten, coloco los libros en lejas cuando ordeno la biblioteca  en mi cole y los dejo en baldas en la casa de mis padres, abro el grifo cuando no estoy en La Rioja porque si no lo que abro es la canilla, me gusta beber en barrila que para el común de los mortales será un botijo, yo nunca he montado en bicicleta yo lo que hago es andar en bicicleta, los niños siempre han sido chiguitos y los trapos de cocina, rodillas; si eres tonto te llamo ababol que es como decirte amapola pero con un sinónimo; si no te cunde el trabajo en realidad es que no te aunece y si uso un pantalón corto lo que me he puesto es una pantaloneta, si eres un pesado,o sea un cansino la riojana que habita en mí es más contundente y te llamará canso, el fango es cenaco y una tienda de golosinas tiene el nombre más bonito que existe para un comercio: golmajería. Y muchas más.


Y entre esta diversidad hay un vocablo que nos une a riojanos y valencianos y para mí un misterio. A los abuelos siempre se les ha llamado en mi tierra de nacimiento, yayos. Cuando estudié valenciano me impactó mucho saber que los abuelos son iaios. ¡Cómo me gustaría saber el por qué de esta conexión! ¿Algún estudioso de la historia de la lengua en la sala? ¿Un filólogo avispado?

Es increíble con qué facilidad mi cerebro cambia el registro esté en un lugar o en otro. Pero ha sido todo un aprendizaje y aún sigo descubriendo expresiones habituales en mí y que mis interlocutores no reconocen. Somos la lengua del rincón en dónde vivimos. Nos une un entramado gramatical, pero el vocabulario va por libre. 

Así que mi yo lingüístico es dual. Lo que une mis dos mitades es una  buena vocalización y esté donde esté llamar a cada cosa por su nombre. Huyo de eufemismos y al pan, pan y al vino, vino. Esto, también creo que forma parte de mi yo lingüístico.
Soy palabra y sonrisa. 

Gracias por la oportunidad.


**una llamada de atención**
¡Cómo estamos de equivocados cuando recibimos en nuestras aulas a niños de Latinoamérica y creemos que no necesitan adaptación porque hablamos el mismo idioma! Pobrecitos míos. Si setecientos kms. son suficientes para no entendernos, ni te cuento cuando hay un océano de por medio. Tengamos cuidado.

Dolores Ojeda
Maestra de Primaria
@doloresojeda1

DE LA AXARQUIA MALAGUEÑA AL NORTE DE AFRICA, DOS CONTINENTES QUE HABLAN LA MISMA LENGUA"

A petición de @carmeniglesiasb , “gracias por confiar en mí”.

Vine a nacer en la misma tierra que la ilustre María Zambrano, como todos saben; es hija de “un maestro de escuela”, al igual que yo, maestra de vocación y de profesión, mientras me dejen seré maestra de escuela.
Nací en Vélez-Málaga, Tierra ilustre dice el Quijote en el cap.XLI  -¡Gracias sean dadas a Dios, señores, que a tan buena parte nos ha conducido! Pues si yo no me engaño, la tierra que pisamos es la Vélez-Málaga.
Como habrán descubierto, soy del Sur, del Sur de Andalucía, tierra a la que venero desde la distancia y de la que jamás he desconectado y espero volver en un futuro próximo.
El recuerdo de mis primeras palabras van unidos al sonido de una lengua materna, la andaluza con un acento malagueño y con mil matices diferentes que hacen única esta Lengua Europea.
De pequeña no me comía un yogur sino un “danone”, en” la feria del barrio del pilar”, mi barrio, me compraba mi padre los mejores pinchitos morunos de “Villar” en el anafe de carbón y luego un paseo en las barquillas.
Los niños no llevábamos la cara limpia a la escuela sino íbamos” escamondao”; recuerdos la niñez que pasa por un grupo de niños y niñas que le pedían a tu madre en la puerta de casa que te dejarán bajar a la calle a jugar; tú, nerviosa bajabas con tu bocadillo de “pan con chocolate”.
Noches de verano, de risas jugando en las calles mientras tus padres y vecinos se reunían en las puertas de las casas a recibir el fresquito de la noche, mientras el olor a jazmín de las biznagas que llevaban todas las madres en el pelo impregnaba el ambiente veraniego.
Crecí y luego estudié en la Universidad de Málaga, primero Magisterio de Educación Especial y luego Pedagogía, el destino hizo que mientras estudiaba conociera a mi buena amiga
@mjcornejoruiz, María José Cornejo Ruiz, Orientadora del IES JUAN ANTONIO FERNANDEZ  de Melilla, hija de  un Paisano  y sin querer me contaba que su padre había estudiado en el colegio de "los frailes de Vélez",  Don Isidro recordaba cómo les gustaban “ los mostachones de Vélez”, nuestra amistad siguió y gracias a ella ahora estoy en su tierra, Melilla, otra ciudad de Europa; aquí me encuentro trabajando como Profesora Técnica de Formación Profesional de la familia profesional de “Servicio a la Comunidad”, trabajando en el CIFP de Melilla y doy clases en el Ciclo de Técnico Superior de Educación Infantil.
Esta ciudad presume y presume bien de cuatro culturas y así es, podrás verlas, oírlas en cada rincón de la ciudad, mientras disfrutas un té moruno, unas cañas con una buena tapa y pasear a orillas del mediterráneo, esta vez desde el Norte de África.

Aquí como en cualquier rincón de Europa tienen su lengua, la primera vez que llegué a esta ciudad me hizo muchas gracias aquello de voy a coger la C.O.A (coger el autobús)
O ir a comprar chuches al carrillo y no al kiosco, también podemos oír.
Hay una palabra que me gusta muchísimo y siempre recuerdo la cara de asombro de la mujer que vendía en una típica mercería, como le pedía horquillas y ella insistía que son cirilas y yo al verlas no pude esbozar una sonrisa.
La convivencia de la que se habla en Bruselas,  las que nos dicen  nuestros queridos políticos ,que los ciudadanos tenemos que hacer, es patente aquí, en el Norte de África con sus días de sol y sus días grises, puedes oír tocar las campanas de la Iglesia o llamar a la oración desde una Mezquita, y puedes ver como los vecinos hebreos acuden a sus Sinagogas los sábados para celebrar  su SABBAT, una ciudad que a veces, muchas veces ha estado castigada mediáticamente por los medios de comunicación que solo venden la desgracias de personas que quieren venir a Europa, a veces los ciudadanos que vivimos aquí tenemos la sensación ser Invisibles para el resto de nuestros conciudadanos que viven en la Península Ibérica o en el Continente Europeo, esta pequeña ciudad está llena de palabras de diferentes orígenes  que todas unidas, hacen que sea una cuidad rica en contraste y culturas lingüísticas.

Esta entrada va dedicada al Autoretratolingüístico, para celebrar la riqueza de las lenguas europeas, creo que puedo estar orgullosa de la lengua que hablo que siento y aprendo cada día, con sus matices, con sus giros, con sus luces y sobre todo que sigue viva y muy viva en cada calle, en cada casa....
Me gustan las palabras, me gusta el sonido de algunas de ellas, me conecta a mi vida; podría estar escribiendo sobre las palabras unidas a imágenes durante horas.

Me despido con palabras de un poeta de mi tierra Joaquín Lobato (1943-2005)

“Encarnación (la que viste siempre de azul marino) todas las tardes escucha discos dedicados por la radio. La novela de las cinco menos cuarto. Hace pañitos. A las siete se marcha al Rosario y a la Salve de la Virgen. Muchas veces me llama (cuando paso por la puerta de su casa). Me ofrece una silla y me siento un rato al sol. Encarnación me cuenta los pretendientes que tuvo y las películas de Libertad Lamarque. Después. A las siete. Encarnación se pone su traje amargo de azulmarino y se marcha al Rosario”



¡Feliz día Europeo de las Lenguas!

Autorretrato lingüístico: somos lo que hablamos


- Tienes un acento raro... ¿De dónde eres?
- ¿De dónde soy? Pues no lo sé, un poco de todos los sitios en los que he estado...
En realidad, nací en Montilla, un pueblo de la campiña cordobesa, aunque allí pasé apenas tres años de mi infancia. Después vine a vivir a Valencia, a esos pueblos del extrarradio que se nutrían del aluvión de mano de obra andaluza, extremeña o manchega: Sedaví, Alfafar, Benetússer... En un colegio nacional, bien mezclado con gentes de todos los orígenes (no había inmigración foránea, pero sí muchísima de otras regiones de España), pude empaparme de la rica diversidad lingüística de nuestro territorio. Por un lado, tenía a mi familia andaluza, contagiada en parte por una breve estancia asturiana en la que vinieron al mundo mis hermanos junto con palabras como "guaje", "caleyu" o "chigre". En ese entorno andaluz se forjaron expresiones como "llevar el jarapillo fuera" cuando no te metías la camisa por dentro, o "ponerse el saquito" cuando hacía fresco; "pasar la gofifa" para fregar el suelo o "subirse a cucurumbillos" cuando mi hermano mayor me llevaba sobre sus hombros; "trompo" por peonza, "guita" por cuerda, "alcancía" por hucha, "rebate" por escalón o "refinao" por insolente, fueron muchas de aquellas palabras que apenas he vuelto a usar fuera del ámbito familiar.
Por otro lado, en el contacto con las gentes de Valencia, empecé a incluir palabras de otra lengua que me costaría años asimilar, ya que llegué al sistema escolar antes de que se normalizase el Valenciano, de modo que tuve que buscarme la inmersión mucho tiempo después. Fue precisamente cuando hice Filología Hispánica cuando decidí apuntarme a la línea en valenciano (curioso ¿no?) y obligarme a la inmersión para escuchar y hablar con los compañeros en esa lengua que me había adoptado. Porque lo que tengo bien claro es que somos lo que hablamos y no hay otra manera de pertenecer a una comunidad; hablar más de una lengua es siempre una riqueza cultural y vital. Por eso me cuesta tanto entender las defensas a ultranza del monolingüismo, que suelen esconder más intransigencia que respeto a la diversidad. Gracias a aquellos años de inmersión, soy bilingüe en las lenguas oficiales de esta comunidad. Ojalá hubiese tenido ocasión de sumergirme en otras dos o tres lenguas para poder hablar más, para seguir teniendo esa duda de no saber de dónde soy, pues pertenecería a un mundo mucho más amplio y rico. Todo se andará...

Los boliches de doña Kika




Agradezco a Mercedes que me permita expresar en palabras la memoria emocional de mi acervo lingüístico (¡qué fino ha quedado eso de acervo!). Se lo agradezco porque rememorarlo representa para mí un placer inefable, un gozo casi pecaminoso. Mientras trazo estas líneas me asaltan recuerdos vívidos de mi abuela Kika, un diccionario andante. Mi abuela sabía palabras que mis maestros no utilizaban en la escuela; quizá por eso dudaba de su autenticidad, pero al buscarlas en el diccionario descubría que realmente existían, que no eran fruto de la imaginación de La Kika. A menudo sus palabras aderezaban expresiones que ya son su marca registrada, como echar los boliches a roar, que dicho en prosaico no es otra cosa que caerse. ¡Qué bien sonaba en boca de mi abuela! Descubrir aquellas palabras convertía en insustancial la voluntad de utilizar las palabras del colegio. En cuanto soplaba una nueva, iba directo al diccionario a comprobar su veracidad, cada vez con menos esperanza de cogerla en un renuncio. Quizá a fuego lento, como quien no quiere la cosa, mi abuela alimentó en mí el cariño por las letras que hoy disfruto.

Kika, doña Francisca, perteneció a una generación forjada en el tajo de la vida, resiliente como se dice ahora. Extremeña de Alburquerque, fue una de las pocas mujeres que sabía algo de letras y mucho de coser; todavía joven partió con casi nada, marido e hijos, a Euskadi, cuando aún era Las Vascongadas. Mi abuelo empezó de peón en los Altos Hornos y acabó de capataz, quebrado y con un cáncer que no amilanó un milímetro su carácter indomable y cascarrabias (a veces pienso que heredé sus complejas virtudes). Resulta paradójico cómo aquella generación iletrada, sobre todo las mujeres, condenadas a cuidar de hermanos pequeños y padres, y después de sus maridos, sin aliento para soñar otro futuro, poseían en herencia un vocabulario tan extenso y cuidaban de dichos, refranes y expresiones que vienen de largo y un día se las llevará el viento (si es que ya no se han ido), y nuestra generación de jóvenes, a pesar de disponer de medios y escuela que les ilustre, van acortando su diccionario hasta dejarlo en un tuit monosilábico, un eco gutural desganado, un silencio.

También yo me crié en Euskadi, aunque por entonces aprender vasco era opcional e inusual entre los emigrantes que poblaron a millones esta tierra para dejarse la vida en los Altos Hornos o en la mina. Sin embargo, muchos de los hijos de aquellos emigrantes no tardaron en adaptarse al clima cultural y político de los 70, pasando a formar parte de las bandas de abertzales que bebían a litros sus kalimotxos en las herriko tabernas y aparentaban ser más vascos que Sabino Arana a base de despotricar frases hechas que no entendían, con tal de integrarse en su grupo de amigos. Vete a saber por qué no acabé formando parte de aquel inquietante microclima. Años después, al volver de visita a Euskadi, supe que muchos de aquellos que fueron mis amigos de infancia, acabaron presos y sin futuro. La calle donde vivía era un mini Bronx, formado por emigrantes andaluces, gallegos y extremeños, de los cuales muchos acabaron en las filas de la kale borroka.

Por entonces era un niño absorto en su imaginación, ausente en su mundo, por suerte ajeno al ruído del entorno, y mal alumno, de esos que teñían de rojo el libro de escolaridad del colegio salesiano. Mi euskera se resumía a saber los números de carrerilla (bat, bi, hiru, lau, bost, sei, zazpi...), el padrenuestro (gure Aita, zeruetan zerana, santu izan bedi zure izena...) y el significado de algunas calles. La mía pasó a principios de los 80 de General Dávila a Karranzairu (3 de Carranza), de empedrada a asfaltada, de apenas tener coches a no poder jugar en ningún rincón. El mismo año en que me vine a vivir a Extremadura, el 82, el del naranjito, se obligó en las escuelas a aprender euskera; antes solo era voluntario en las ikastolas.

En Extremadura pasé a ser el adolescente que habla raro, madrileño decían algunos, muy fino, sin el descendente final de frase del pacense. Poco a poco se me fue acamaleonando el acento. Pero los boliches de doña Kika y el carácter noble y adusto del vasco los conservo a recaudo, maridados con la sana despreocupación del extremeño. Solo hablo español, mi inglés es de libro, pero mis emociones son políglotas.

Retrato lingüístico de un Mudejarico

Mi infancia son recuerdos a caballo entre dos pueblos, entre dos lenguas… de olivares, aceite y almendras en el pueblo donde nací: Valjunquera, el Bajo Aragón de Teruel. Y de montes, chopos, pinos, mudéjar y minas de lignito en el pueblo donde viví mi infancia: Montalbán, en las Cuencas Mineras turolenses.
Cuando tuve eso que se llama uso de razón, me di cuenta de que, en mi pueblo natal, hablaban raro. Luego descubrí que a esa rareza la llamaban “chapurriau” y toda mi familia materna se comunicaba en aquella lengua con plena normalidad.


A mí siempre me hablaban en castellano porque en mi otro pueblo, Montalbán, lo del “chapurriau” no estaba muy bien visto. En los años 60, en aquella España ye-ye del desarrollismo, no es que fuese muy “popular” hablar esa lengua “vulgar”. Pero en Valjunquera, a mi familia materna y a los amigos, siempre se les escapaban palabras, frases y bromas en “chapurriau”. A mí me encantaba oírlas y repetirlas. Una de las primeras frases en esa lengua que recuerdo fue “pobre moixó” (¡pobre pájaro!) La pronunció un amigo de mi tío Miguel que me encontró en la calle, al descubrir como estrujaba en mis manos un gorrión que había rescatado malherido de la tierra dura de la calle. Supongo que el buen hombre pensó que era mayor el mal que yo le infringía con la fruición de protegerlo, que el propio daño del sufrido animal.


En aquel ambiente rural, sobre todo en la época estival, antes que las lagartijas descubrí las sargantanas. Con los amigos jugábamos al tello y con la galdrufa en la lonja o en la Plaza del Sechá. Cuando teníamos sed bebíamos en la pichella. La mujeres escombraban las calles con frecuencia (Valjunquera tuvo varios premios de embellecimiento provincial) y cuando decíamos tonterías o molestábamos a los mayores, nos decían “deixeu de di tontaes i aneu a escaparrar”. Cuando llegó la gaseosa mi abuela me decía, cierra bien la botella que si no “se esbafa”.
Yo tenía un amigo muy delgado y de no muy buena salud y cuando querían referirse a él me decían: ese amigo tuyo que es tan “arguellau” y tantas otras palabras hermosas y distintas que fui sumando a mi diccionario personal.


Cuando fui creciendo y avanzando en los estudios, fui descubriendo que algunos se referían al chapurriau como un catalán mal hablado. Otros, por contra, decían que era castellano mal hablado. Los más cultos la definían como un dialecto… y, casi siempre, hablaban de ella en sentido peyorativo. ¡Qué atrevida y qué triste es la ignorancia!
Hoy, desde hace más de treinta años, vivo y trabajo en Cataluña y hablo y escribo con plena normalidad el catalán (con un cierto acento de la Francha, eso sí). Me considero afortunado por poder manejar las dos lenguas con soltura y reconozco que mi chapurriau me sirvió de base para aprender el catalán.


Tristemente, en pleno siglo XXI, seguimos despreciando la riqueza cultural de nuestros pueblos y  enfrentándonos a aquellos que hablan distinto a nosotros aún formando parte de la misma zona de cultura común que es esta piel de toro. En ocasiones me apena reconocer la sabiduría que encierra frase de Max Weinreich, un filólogo especialista en esa otra lengua milenaria, el yiddish,  cuando decía: "una lengua es un dialecto con ejército y armada".

Ojalá llegue un día en que las lenguas sean entendidas como un patrimonio precioso que debemos cuidar y conservar en lugar de armas políticas de destrucción masiva y de aplastamiento de la fuerte sobre la débil.
"Nemo patriam quia magna est amat, sed quia sua" 
(Nadie ama a su patria porque sea grande, sino porque es suya)
-Séneca-
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Créditos de las imágenes:


Autorretrato lingüístico de un maestro un poco raro


Siempre he creído que no se me daba bien ni escribir ni hablar. Por alguna razón, estas formas de comunicarse no me habían hecho sentir muy cómodo. La escritura me resultaba lenta, monótona, farragosa y con muchas fronteras.

Sin embargo, tiene sus puntos fuertes que, con el tiempo he aprendido a valorar: su 'tempo' es muy adecuado para generar un argumento sólido, su construcción permite enviar un mensaje claro o rotundo o romántico o popular o privado.

Con las circunstancias, he aprendido a valorar las formas de comunicación que, cuando era estudiante, pasaba completamente de largo. Tengo que decir que no me ha tocado nunca un 'buen' profesor de lengua que me hiciese amar la asignatura y, sin embargo y una vez más, han sido las vicisitudes de la vida las que me han obligado a salir de mi zona de confort, las que me han sacudido y, a la vez, permitido adentrarme en mundos que nunca sospeché que podría ver: la escritura técnica para revistas tecnológicas, artículos para medios de comunicación, capítulos de libros para docentes...

Con el habla me ha sucedido algo parecido pero con una subida de adrenalina enormemente elevada que nunca sospeché que fuese atractiva. El hablar delante de la gente pasó de ser algo conflictivo interno a una experiencia personal compartida, de una sensación agobiante a un episodio placentero. El hablar delante de un público amplio y diferente es una de las muestras de exposición más provocadoras.

Si esto ya había sido complicado de por sí debido a mi forma de ser, en mi tierra tenemos nuestra propia (y preciosa) lengua que, en mi caso, de pequeño mis padres no utilizaban con nosotros pero que, con el tiempo y los círculos de aprendizaje en la escuela he aprendido y usado con ternura y, de la misma manera, he intentado que mi alumnado se acerque con cariño.

Curiosamente, con el inglés el acercamiento ha sido completamente diferente. En realidad siempre me había gustado (dudo mucho que haya sido el único loco que, de niño, se ha inventado las palabras cantando un inglés imaginario), y me había gustado tanto que intenté hacer filología inglesa después de haber terminado mi carrera, ganas que se me quitaron ipso facto desde el primer día al corroborar que aquel no era mi lugar para aprender (de eso se ocuparon bien los profes) y desistí de hacerlo vía 'ordinaria', convirtiéndome en un autodidacta del inglés. Lo que me vino muy bien cuando tenía que escribir sobre software que sólo existía en inglés o cartearme con desarrolladores americanos. Como se suele decir, hice de mi necesidad una virtud. Y ahora que me doy cuenta, ha sido la tecnología la que me ha permitido escribir más y mejor... ¡curioso!

Y pasados todos estos años, he podido ver en esos momento una luz interna cálida en la que me he sentido orgulloso de lo que transmito, de mis ideas, de mis pensamientos, y es eso en lo que se ha convenido la lengua para mi en cualquiera de sus formas, en un sistema increíble de conexión entre personas que emiten y otras que reciben, de unas que enseñan para que otras aprendan y ¿sabéis que es lo mejor de todo? que es bidireccional.
Yo cada día aprendo a leer y aprendo a escuchar... en castellano, en inglés y en gallego.

Aprendo a aprender.

Autorretrato lingüístico: del arriateño al braille.

Hace más de 44 años que vi por primera vez la luz, en Ronda. Aunque soy Arriateño, el hospital comarcal me acogió, y allí oí los preciosos diminutivos con musiquilla que me brindaban mis padres: "Ay, qué chiquitit-to es mi niño".

Chiquitit-to se pronuncia como en dos tiempos, como dos palabras semiunidas. Todos los diminitivos de Arriate tienen ese soniquete. Será porque Arriate también es un pueblo "chiquitit-to" donde la alegría de sus gentes se traduce en un habla fuerte, gruesa, densa. 
La primera vez que llevé a un amigo de nuestra capital, se asustó al oír a mis convecinos haciendo "chascarrillos" a viva voz. Pensaba que andaban discutiendo...

Arriate: Imagen de José Manuel Ordóñez

Antes de que mis padres tuviesen que buscarse mejor futuro en la gran Capital, tuve tiempo de ir absorbiendo esa forma de hablar característica del pueblo: el ceceo, la h aspirada, los diminutivos, los recortes de palabras que tanto dinamizan una conversación (ira: por mira; que clae coita: por que clase cosita...). Esta idiosincrasia de su lenguaje me sigue acompañando hoy y se ha convertido en mi orgullosa habla mestiza de sitios y lugares.

Aprendí que una frase se puede acortar hasta convertirla en una única vocal. Si dos personas se cruzaban en sus empinadas calles, se podían oír sus minúsculas conversaciones: - Eeee?-  Decía el primero. Dice la leyenda popular que esta expresión se traducía en -¿Adónde?.
Según la dirección que llevase el segundo podría contestar con un -Aaaa-, si su dirección era "cuesta arriba" o "allá arribota"; o por el contrario un -Ooo-, si se dirigía "allí abajo". O "allí abajote".

Al vivir en Málaga aprehendí el lenguaje y las jergas de sus lugareños que tan bien ha definido Ana Cid en "Las lenguas en la ciudad del paraíso". Allí realicé la mayor parte de mis estudios básicos adentrándome en el uso y disfrute del lenguaje, en su conocimiento a través de asignaturas como Lengua, Latín y Griego, con aquellos magníficos profesores que me engancharon a escribir todos mis pensamientos en un diario, a escribir historias, cuentos, relatos... 

Y así fui como aprendí a valorar la inmensa grandeza del lenguaje de Arriate, con palabras en desuso en la capital y que ellos habían mantenido en su lenguaje coloquial, preservando nuestra riqueza lingüística.

Y al seguir avanzando en la vida, fui deambulando de un sitio otro para estudiar, trabajar y "ganarme el pan" sin ningún rumbo establecido. Pero me permitió vivir en Antequera tres años, y aprender a reconocer su "c" aspirada que casi se convierte en "j", su cancioneo en las frases y su áspero acento del centro neurálgico andaluz. 

Por otros menesteres ajenos a mi vocación dormida, viajé por toda España como Agente Comercial, que era el nombre fino de Vendedor de Libros. No eran visitas de ocio, pero eso me permitió conocer costumbres, hablas y lenguas diferentes y ricas, convirtiendo mi propia herencia lingüística en pequeñita; descubriendo el valor de la diversidad y las múltiples formas de expresión de nuestro país.

Casi sin darme cuenta me encontré matriculado en Educación Especial rondando ya la treintena de mi bagaje sin rumbo. A mi edad me llamó la atención la fascinadora forma de expresarse de las personas con autismo. Guiado por los sabios consejos de mi hermana -docente desde siempre y con el deje arriateño que nunca la ha abandonado- descubrí mi vocación. Quería acceder al lenguaje de estos niños y niñas, me apasionaba su diferente forma de expresarse en un mundo oral. 
Esta curiosidad me llevó a ser maestro de PT aunque el destino me guardaba otro camino muy diferente: ser maestro de ciegos
Al final me he convertido en un conocedor en profundidad del código braille, que si bien no es una lengua, si permite expresar por escrito lo que una mente sin imágenes quiere expresar. Y lo consiguen de forma diferente, con expresiones únicas y propias de un universo imaginario basado en el tacto y la palabra.
Siempre he dicho que sería capaz de reconocer a una persona ciega sólo con oírla expresarse. 

Imagen tomada de blog Movernos

Ahora soy maestro y vecino adoptivo de Salobreña, trabajo con sus niños de baja visión o ciegos y comparto risas, amistades y familia con sus lugareños. 
Aunque tienen su deje típico y soniquete peculiar, me alegró ver cómo existían palabras homónimas que usábamos estando tan cerca Málaga de Granada: níspora - níspero, chirimoyo- chirimoya... Variedad lingüística en apenas 100 kilómetros. 
Aunque me quedo con expresiones tan autóctonas como: arcagüei (cacahuete), tapío (manta), farfolla (fanfarrón), esabrío (soso) o cogiura (recolecta).

Cuando vuelvo a Málaga, cosa que hago con mucha frecuencia, me dicen mis familiares que hablo como los de Salobreña. Y esa es la grandeza del lenguaje y de las lenguas, que seamos maestros, agentes comerciales, ciegos o con autismo, papás o hijos, siempre absorbemos algo del sitio que nos acoge y lo añadimos a nuestro acervo cultural que nos hace únicos.

Antonio Márquez (@AMarquezOrdonez)

domingo, 25 de septiembre de 2016

¿Un lenguaje universal para el futuro?


Algunos llaman "lenguas universales" a los seis idiomas que se utilizan en las reuniones de las Naciones Unidas, y en el que están escritos todos los documentos oficiales de la ONU; Árabe, Chino, Español, Francés, Inglés y Ruso.

Otros creen que el "lenguaje de signos" es universal. Sin embargo, cada país tiene sus características.

El "Sistema Braille" sea quizás el que más se acerque a la universalidad, ya que su alfabeto está acordado internacionalmente. Pero no es considerado un idioma.


La lengua forma parte de nuestra cultura, y es por ello por lo que es difícil desprenderse de ella.
Es complicado ponerse de acuerdo, porque "ceder" es abandonar las raíces.
Y también es complicado por la lucha de "egos", de poder, de control...

La evidencia es que necesitamos comunicarnos, y que aprendemos en interacción con los demás.
Es por esta necesidad por la que SÍ existe una lengua universal;
"El lenguaje de la emoción".

Hace poco veía un corto llamado "Tamara", en el que una niña sorda ilusionada con ser una bailarina, sentía y bailaba la música sin escucharla.
Este lenguaje que va más allá, es el universal.

En todo el mundo podrían sentirte con el simple hecho de ver tu comunicación "no verbal".
Hay gestos universales, como tocarte el corazón pecho, para demostrar cariño y afecto.
El hecho de ser personas que sienten, nos permite empatizar y comunicarnos.


Pero dejando a un lado la emoción, ¿Y si en el futuro conseguimos un lenguaje universal sin perder nuestras raíces?

Yo percibo en esta "nueva" sociedad, nuevas formas de comunicarse. Precisamente esa novedad compartida, podría unirnos a todos.

El lenguaje de la programación informática es una de ellas. Un lenguaje del presente para el futuro. Una lengua que se va creando entre todos. Donde la mayoría de los cursos para aprenderla son gratuitos y empapados de espíritu "ubuntu".

Así que, por esta razón, no he podido resistirme a compartir un pequeño y muy humilde proyecto, para celebrar el "Día Europeo de las Lenguas", de una forma diferente. Con otro Lenguaje... ¿Será el del futuro?






Adelante, chicos, que todos tenemos algo de Jim

AUTORRETRATO LINGÜÍSTICO

-Con motivo de la celebración del Día Europeo de las Lenguas (26 de septiembre) e invitado por @londones dejo mi autorretrato-

José Luis Lomas  @jos_lomas

'Adelante, chicos, que todos tenemos algo de Jim'

Pepito
Conservo en la biblioteca uno de mis primeros libros: 'La isla del tesoro' de R.L. Stevenson, de la Editorial Bruguera, en aquella serie llamada Clásicos juveniles, que contiene esta dedicatoria manuscrita con una estilográfica y en tinta verde:

'Para Pepito en el día más feliz de su vida, de su maestro recordándole con cariño'

... y luego un garabato.

Mi primera novela regalada y dedicada por mi maestro

Pepito era yo; el día más feliz de mi vida, mi Primera Comunión; y quien escribió la dedicatoria, Don Juan, uno de mis primeros maestros...

Don Juan quiso regalarme esta novela de aventuras que narra la historia de Jim, un niño sin responsabilidades que pasa a ser un hombre valiente...

Gracias a Jim, uno de sus personajes, comencé a conocer y sentir los valores de la amistad, de la valentía o la lealtad... O quizá no fue así y ha sido después de tanto tiempo cuando los he reconocido... el caso es que cuando me habéis propuesto un autorretrato lingüístico para celebrar el Día Europeo de las lenguas, se me ha venido a la cabeza esta novela y he ido a encontrarla en uno de los anaqueles.


Castillos de Cambil y Alhabar (Jaén). 
Nací en Cambil, un pequeño pueblo de Sierra Mágina situado en un gran valle rodeado de altas cumbres y escabrosos montes vigilados por dos inmensas peñas: Cambil y Alhabar.

Durante aquellos primeros años de la década de los sesenta, los niños acudíamos a las Escuelas, que no eran sino dos aulas, una para niños y otra para niñas, en la planta baja de una casa que se me antojaba inmensamente grande. En su parte superior estaba la vivienda del maestro. Aquella casa también tenía un corral con animales que dotaban de despensa al maestro y adonde íbamos a hacer algunas excursiones para dar de comer a las gallinas y a los conejos y ver cómo Don Jesús ordeñaba la cabra. Los recreos, los solíamos hacer en la calle, supongo.


La isla del tesoro de Stevenson
Como digo, nací en Cambil, allí viví hasta los trece años y al igual que Daniel 'el Mochuelo' en la novela 'El Camino' debí marcharme a la capital para proseguir mis estudios de bachillerato.

Con franqueza, no recuerdo bien cómo fue la víspera de mi marcha a la capital, pero seguramente fue parecida a la que Delibes refleja en su novela: yo, en mi cuarto, mi madre Pura haciendo cuidadosamente la maleta, de piel gastada, preocupada por mi bienestar y mi padre Francisco decidido a mandarme a la ciudad, donde viviría solo en una casita que mi abuelos Pepe e Ignacia habían comprado recientemente y que nos serviría de residencia a los nietos que quisiésemos estudiar en la capital.

Entonces, no éramos muchos los chicos del pueblo que abandonábamos aquel valle montados en un coche de viajeros destartalado que a duras penas lograba empinar la cuesta hasta alcanzar el puerto de montaña coronado por un pequeño acueducto que saciaba la sed de aquellas olivas de troncos retorcidos. Sí, aquel autobús luego nos conducía, ya cuesta abajo, hasta cruzar el río Guadalbullón y tomar finalmente la carretera nacional que venía de Granada y nos llevaba a Jaén.

Llegué con mis trece años a cursar el bachillerato en el Instituto Virgen del Carmen, llamado el Instituto masculino, y formé parte de la primera promoción del BUP (Bachillerato Unificado y Polivalente).

Junto a la maleta de piel gastada, llevé otra de madera, cargada de libros, con un radiocasete, algunas cintas y una máquina de escribir Olivetti de color verde manzana.

La llegada a la ciudad fue algo grande para mí, especialmente durante los primeros años. Aquellos chicos de la ciudad, aquellos profesores que se me antojaban tan listos y aquella libertad me ensanchaban el alma, y cada mañana y cada tarde acudía a las clases lleno de ilusión, admirado por aquel profesorado y aquellos compañeros que habían ocupado el lugar de Mortadelo y Filemón, Zipi y Zape, El capitán Trueno o Roberto Alcázar y Pedrín, mis acompañantes durante los últimos años y con quienes me había encontrado al final del día, al salir de la escuela a las cinco, cansado ya de jugar con mis amigos al tirachinas, a correr para ver quién llegaba antes a la presa de agua, vagando por el camino del Molino o bañándonos en verano en las chilancas construidas con piedras por los chicos mayores en los remansos del río Villanueva.

Los domingos, después de misa, con la calderilla que nos daban nuestros abuelos, nos avalanzábamos al Tío de las pipas, con su cesta repleta de frutos secos, mientras voceaba: 'Pipas, garbanzos, chicles, caramelos...'

El Tío de las pipas de Cambil nos esperaba todos los domingos por la mañana

Aquel bachillerato marcaría mi vocación al magisterio. La mirada ingenua de aquel chico a sus profesores de Lengua, Literatura, Historia, Francés y luego Latín y Griego, las lecturas que me recomendaban mis compañeros (Ortega o Unamuno) o las de lectura obligatoria, sin olvidar el acercamiento a la música de Bach, Mozart o Beethoven de mi profesora de música abonaron mis inquietudes y marcaron mi futuro profesional.

Mi llegada a la escuela de Magisterio la dejo para otra oportunidad. Ahora inicio mi 34º curso de profesor de Lengua en el Colegio Pedro Poveda de Jaén, lleno de ilusión, he pasado de Sancho Bravo, a Sancho Fuerte y ya casi estoy logrando ser Sancho Panza.

Viñeta final de la novela

El recuerdo de aquel maestro que me regaló 'La isla del tesoro' de Stevenson, el recuerdo de personajes como Daniel 'el Mochuelo', el Capitán Trueno y tantos y tantos otros, me acompaña cada mañana cuando entro en clase, doy los buenos días a mi alumnado y les digo:

¡Adelante, chic@s, que todos tenemos algo de Jim! 

sábado, 24 de septiembre de 2016

Una sopladera, dos sopladeras, tres sopladeras … Autorretrato lingüístico de Juan

En breve se celebra el “Día Europeo de las Lenguas”, para ser exactos el lunes 26 de septiembre de 2016. Hace unos instantes una querida compañera, @londones, de estas andaduras digitales que en ocasiones realizo por la red de “la internet”, me pide un “Autorretrato Lingüístico” para incluirlo en el blog del Día Europeo de las Lenguas, por supuesto no me puede negar y puse manos a la obra, le di a la tecla del  “on” de la batidora mental. ¿qué es eso del autorretrato lingüístico? me pregunté después de comprometerme con la compañera a participar en su propuesta. Me pongo a buscar información para ver como enfocar, no tenía ni idea, mi autorretrato lingüístico y encuentro LA DESCRIPCIÓN SUBJETIVA: EL AUTORRETRATO LITERARIO que leo con avidez, empieza a gustarme y además aprendiendo motivado sobre algo que no hubiese tocado ni en mi vida personal ni profesional, lo mío son las actividades deportivas, mi escenario profesional es principalmente el patio del colegio, soy docente de primaria dedicado a la Educación Física, otra de mis grandes aficiones son los libros, saber de ellos, leer, cuidarlos y mimarlos, también me lo paso de fábula en su compañía. y de mayor me gustaría ser escritor, lo tengo difícil, pero soñar es gratis y solo uno es el que puede poner límites a sus propios sueños. 

Uno de mis libros fundamentales en mi modesta biblioteca es el diccionario de la RAE, no por su valor  prescriptivo, sino por su capacidad orientativa, y allí que me voy a ver que me cuenta del autorretrato   

  

y de la lingüística.


Sigo aún con dudas, pero después de conocer esta información empiezo a tener medio claro que es lo que voy a relatar, 

Mi vida ha transcurrido en las Islas Canarias, en unas con más intensidad que en otras, nacido y criado en Gran Canaria, parte de mi infancia transcurre en Lanzarote y en La Graciosa de donde son mis abuelos, en Tenerife tengo a mis sobrinos y a muy buenos amigos y amigas, también he recorrido Fuerteventura, La Palma, La Gomera y El Hierro,  disfrutando de sus gentes, paisajes, veredas, calles, gastronomía, música, riscos, playas … Siempre me ha gustado mi tierra, como a cualquiera, por supuesto, donde la vida no me ha tratado nada mal, pero no me creo lo de las islas afortunadas, aquí no me voy a extender en la explicación de por qué estas islas no son tan afortunadas, quizás en otra ocasión; estamos de celebración, tenemos a la vuelta de la semana el Día Europeo de las Lenguas. 

De todos es conocido la forma particular que tenemos los canarios de hablar, aunque cada vez somos menos los que usamos el Español de Canarias ya que llevamos una larga y poderosa influencia (colonización) por la modalidad castellana, que se nos ha presentado como modelo de lengua única de la Administración Central, en los medios de comunicación e incluso en una gran cantidad de centros educativos, ya que no es habitual que los famosos libros de textos, aún sigue siendo masiva su utilización en las aulas, estén adecuados a las particularidades del habla canario. Me viene a la memoria la palabra “sopladera” que  en la actualidad se usa residualmente en la comunicación entre las gentes de Canarias. ¿Por qué se pierden palabras? ¿Por qué se dejan de usar?


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He crecido abrigado por esta forma tan particular que tenemos de expresarnos los que vivimos por estos lares, Un hablar que para la mayoría de los foráneos siempre les ha resultado agradable y melódico. Creo que en una novela de Gabriel García Márquez, Del amor y otros demonios, describe a uno de sus personajes, el padre Tomás de Aquino como que era fino de gustos y maneras con la dicción dulce de los canarios.

A lo largo de mi vida he podido viajar a diferentes lugares, estuve en Cuba donde la comunicación no fue un problema, todo era muy parecido a Canarias, salvando las distancia por supuesto, recordé algunas de las palabras que utilizamos aquí como “guagua” que según alguna teoría fue importada de la isla Caribeña, de otras regiones de este continente nos llegaron papa, guanajo, fotingo, papaya, tunera, pibe, entre otras.

He recorrido algunas zonas de la Península, de donde también nos han llegado algunas voces introducidas  por andaluces (embelesar, bocinegro, chocho …) catalanes (seba, tonina, bufo …) vascos (asqui) hasta del castellano antiguo (bezo, falcón …)

Los portugueses son los que más palabras de todas las categorías gramaticales han proporcionado al Español de Canarias: millo, bosta, carbullón, margullar, burgao, fonil, gaveta, fechillo, viñátigo, acebiño, faya, latado, engodo, jeitoso, leito, magua, locero, conduto, mojo y alguna otra que se me escapa. 

He dado algún que otro viaje por el resto de Europa, de donde también nos han llegado palabras de algunos de sus países, tenemos de procedencia inglesa: queque, quinegua, naife, pulover, el famoso flis, los tenis. De los francese se ha conservado algunas palabras de la época de los conquistadores normandos: malpaís, cardón, guata, creyón ...

Muchos de mis parientes siempre han estado relacionados con la mar, ya que su profesión es la de marinero, aunque en los tiempos actuales cada vez menos se dedican a ella, la mayoría han tenido que adaptarse a los nuevos tiempos después de la imposibilidad de pescar en el banco pesquero canario-sahariano, por la anexión unilateral de Marruecos. También he visitado a nuestros vecinos del África Occidental, del contacto con ellos nos han llegado vocablos como majalulo, guayete, jaique, aulaga, almácigo, tarahal, palabras relacionadas con el mundo de los dromedarios, la familia, las pesca, la vegetación ...

Y como no hacer referencia a los Canarismos que vienen de los aborígenes que poblaron estos lugares y que te hacen viajar en el tiempo; es lo que he sentido siempre que me desplazo entre las islas de archipiélago Canario, otro tipo de viaje, donde los sentidos es lo que predomina. Son palabras de origen bereber que han permanecido: perenquén, guirre, chuchango, sarantontón, folelé, tabaibas, tafor, baifo, guanil, jaira, gambuesa, gofio, tagoror, mencey … Existen palabras que son diferentes entre alguna de las islas, recuerdo en este momento que a las palomitas de maíz, esas que sueles comprar cuando vas al cine, en Tenerife las llaman “cotufas” y por Gran Canaria “roscas”, la diversidad enriquece.

En algunos de estos recorridos he echado de menos el no ser políglota, gracias a los compañeros de viaje pude solventar alguna situación de comunicación complicada. A la vuelta y todo los principios de años hacía el propósito de enmienda para aprender inglés, pero tengo que reconocer que al poco tiempo abandonaba, desistía de aprender otra lengua y me apañaba con el Español de Canarias, para bien o para mal. 

Y sin darme cuenta utilizo palabras en mi hablar diario de varios países, les puedo prometer que es sin querer y que me acabo de dar cuenta que se varias palabras de diferentes idiomas. Al final todos sabemos muchas cosas que no nos damos cuenta que sabemos.

Con la llegada de las tecnología de la información y con su apoyo podría traducir documentos, textos, mensajes y correos electrónicos que mejoran, tanto mi formación como mi red social. Pasaban los años y más me comprometía con esta particular situación de comunicación, permitiéndome acceder a personas que de otra forma no habría podido mantener un intercambio de información. En los tiempos que corren, las tecnologías, nos hace la vida un poco más cómoda y facilita la conversación, como inmigrante digital siempre he tenido que esforzarme por saber utilizarlas, haciéndome la vida algo más agradable, procesadores de texto, correctores ortográficos, buscadores de información, y un sin fin de herramientas. En ocasiones me pregunto qué pasaría si se produjera un apagón eléctrico, y todos esto aparatos dejaran de funcionar, yo lo tengo claro utilizaría el lápiz y papel, desempolvaría la caligrafía de toda la vida, seguiría escribiendo y comunicando. 

Cuidar las formas a la hora de expresarse, es importante, pero soy de la opinión de que lo que se quiere comunicar es igual de importante, entre ambas debe existir un equilibrio, consiguiendo con ello que las Lenguas, todas, favorezcan las formas de comunicación, a las palabras no hay que tenerles miedo al usarlas. Las conversaciones entre grupos humanos debe ser el elemento articulador de las sociedades sanas y prósperas. Las lenguas vivas deben ser inestables y dinámicas, por ello lo que consideramos correcto en el pasado puede ser incorrecto en el presente, y viceversa.

Mi momento actual es la de estar enredado en la red, en la que he encontrado entre otras cosas, elementos y situaciones que ha favorecido las comunicaciones y las conversaciones con todos y con todas.

Lo narrado ha surgido de un poquito de aquí, de alguna lectura de allá, de ojear mis queridos libros, de algún fugaz pensamiento captado en un momento de lucidez y de la colaboración de aquellos que comparten para seguir creciendo y mejorando,

Ya solo me queda volverles a recordarles que el 26 de septiembre celebramos EL DÍA EUROPEO DE LAS LENGUAS. 

Desearles a todas y todos un Feliz Día.



@juambedo